De acuerdo a lo que plantea la Organización Mundial de la Salud (OMS), se considera que los niveles de exposición al sonido de una persona no deben nunca superar los 70 decibeles. Esto es así ya que se considera que el oído humano puede tolerar y asimilar ese nivel de sonido sin ser dañado de manera temporal o permanente. Cualquier sonido que sea calculado por arriba de ese volumen sonoro será considerado peligroso y posiblemente genere algún tipo de lesión a la persona, especialmente si esa persona es expuesta al sonido de manera constante.
Muchas veces, una persona puede perder su audición de manera temporal si sufrió la exposición repentina a un sonido muy alto y agudo. Este es el caso de la exposición a bombas de estruendo, a fuegos artificiales y a otro tipos de explosiones particulares. Sin embargo, en muchos de estos casos la audición puede retomarse un tiempo después ya que al ser una situación aislada, el sistema auditivo humano no se ve completamente dañado.
Sin embargo, la permanente exposición a sonidos cercanos o superiores a los 70 decibeles puede causar serios daños en el oído de una persona ya que la lesión no tiene tiempo de ser curada y se sigue agravando. En la mayoría de los casos, el daño que este tipo de contaminación auditiva genera es imperceptible y gradual, por lo cual la persona no actúa para frenarla. La persona puede sufrir también de insomnio y fatiga, irritabilidad y estrés a causa de este tipo de exposición sonora.
Es muy común que alguien sufra de contaminación auditiva cuando se vive en zonas cercanas a autopistas o de mucho movimiento vehicular (además de que en ese caso se suma la contaminación del aire), en zonas céntricas de una ciudad, en lugares donde se llevan a cabo obras y refacciones, en aeropuertos, en espacios de pruebas militares, de carreras de autos, en recitales, etc.
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